En Instagram no existe el dolor de los demás

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Jueves, 3 de marzo de 2022

En Instagram no existe el dolor de los demás

Noelia Ramírez

En Instagram no existe el dolor de los demás

/ Collage de Ana Regina García

Llevo los suficientes años consumiendo internet como para entender que Instagram no está dispuesto a enseñarme la versión más cruel de la guerra. Sé que mi algoritmo ha entendido que yo, como mujer de 39 años que ha construido su feed consumiendo la vida de chicas fascinantes, memes politizados, trucos de peinados o cuentas retronostálgicas que se recrean en placeres estéticos y evasores, nunca he mostrado interés por la narrativa bélica. Así que para qué Zuckerberg iba a hacer el esfuerzo de enseñarme el sufrimiento humano. En mi pestaña de "explorar" no hay ni rastro de tanques o misiles destrozando edificios: hay manicuras perfectas, actores de Euphoria, cuadros surrealistas o antes y después de cirugías estéticas.

Antes de que Instagram y Facebook invadieran nuestra vida, Susan Sontag escribió: "Las fotografías de las víctimas de la guerra son en sí mismas una suerte de retórica. Reiteran. Simplifican. Agitan. Crean la ilusión de consenso". Lo hizo en Ante el dolor de los demás, el ensayo que publicó 25 años después de Sobre la fotografía y en el que ahondaba en la representación visual de la guerra y la violencia. Llevo una semana y media dando vueltas a esa frase y qué sentido cobraría en 2022, cuando las plataformas solo premian la mirada personal sobre el dolor de los demás. ¿Qué "ilusión de consenso" se genera en la era de los memes? ¿Qué imaginario visual estamos consumiendo del conflicto, ya no desde los grandes medios, sino desde nuestros propios refugios-burbuja?

Para entenderlo, bastaba con un echar un vistazo a las publicaciones sobre la guerra que me recomendaba mi algoritmo haciendo scroll esta semana: vídeos paródicos de chavalas de EE UU que tuitean sobre la injusticia de tener que trabajar a las puertas de la tercera guerra mundial. El "mejor no digas nada si tu luto no puede durar más de diez segundos" de la escritora Alena Karchanka, dedicado a las chicas estilosas que suben por Ucrania el emoji del corazón roto a stories y acto seguido comparten un selfie de fiesta en París. La cuenta @Diet_prada avergonzando a una vendedora de bikinis por subir varias fotos promocionando su ropa para sacar provecho con una dudosa implicación solidaria con Ucrania. El conflicto estaba presente en la conversación, pero siempre desde la mirada del 'yo'.

El meme sobre la ansiedad de vivir un conflicto con el que más se ha identificado internet en la última semana.

El meme sobre la ansiedad de vivir un conflicto con el que más se ha identificado internet en la última semana. / Instagram/ Twitter

Así ha pasado con el meme que más me ha perseguido estos días en sus múltiples versiones, ese que viene a decir: "No quiero jugar más a vivir eventos históricos". Esa niña llorosa con las tijeras cortando compulsivamente su melena con la que tantos se han identificado es el paradigma de que no hay mejor mecanismo viral que aquel que nos coloca siempre en el centro del universo.

"La memeificación, el espectáculo de una guerra en curso presentada como entretenimiento no es tanto una falta de empatía o comprensión del sufrimiento humano, sino el indicador de que las plataformas hacen aquello para lo que fueron diseñadas al producir todo como contenido", apuntaba hace unos días el antropólogo Hussein Kesvani sobre este paradoja del consumo bélico en el barullo de las burbujas virtuales. Kesvani sabe lo poco que sirve culpabilizar al usuario en un sistema en el que, de serie, nunca se premiará el bien común y sí el lucrativo marketing de explotar las angustias de nuestras microidentidades segmentadas, listas para ser capitalizadas: "Es injusto e improductivo regañar a las personas que intentan interpretar una gran cantidad de información a través de sistemas que están diseñados específicamente para la personalización".

Anticipándose al yoísmo viral en el consumo del dolor, Sontag afirmó: "No debería suponerse un "nosotros" cuando el tema es la mirada al dolor de los demás". Ella sabía que la narrativa visual y las fotografías "son un medio que construye una "realidad" a asuntos que los privilegiados o los meramente indemnes acaso prefieren ignorar". Por eso no me sorprende en absoluto todo el dolor que esconde mi ventana de explorar en Instagram.

Qué he consumido estas dos semanas:

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