‘Santa locura, que estás en los versos’, un ensayo de Mar García Puig

Notas sobre cultura, feminismo e intimidad
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Jueves, 25 de mayo de 2023

'Santa locura, que estás en los versos', un ensayo de Mar García Puig

'Santa locura, que estás en los versos', un ensayo de Mar García Puig

Una de las muchas estampas de Santa Dymphna.

No nos conocíamos apenas, pero una vez casi perdí un avión con Mar García Puig. Volvíamos a casa de un festival literario al que acudí por trabajo y ella por placer. Nos encontramos en la cola del bar del aeropuerto por sorpresa y desde ahí no pudimos dejar de hablar. Nos contamos nuestras cosas en una de esas charlas eléctricas, ágiles y estimulantes; las que pocas veces ocurren en ese no-lugar donde se dispara un tedio ansioso por las ganas de regresar lo antes posible a tu cama. Llegamos las últimas al avión, y aunque nos sentamos en distintas filas, compartimos taxi y en ese trayecto volvimos a todas las ideas que el vuelo había dejado a medias. Ojalá retomar pronto esa conversación.

Filóloga, editora y política, diputada por Barcelona en el Congreso de los Diputados desde 2015 por En Comú Podem, tenía claro que Mar tenía que cerrar este ciclo de autoras invitadas mientras descansaba y pensaba nuevos envíos. Acaba de publicar La historia de los vertebrados (Random House / La Magrana), que ya va por su cuarta edición en castellano. Allí, en primera persona, explica cómo enloqueció tras dar a luz a sus mellizos la misma noche en la que se convirtió en diputada. Con un relato crudo y absorbente, García Puig ahonda en la genealogía de la locura y la maternidad, siguiendo el rastro y uniendo los puntos de historias de otras mujeres que también se inundaron de oscuridad en su posparto. El texto es tan inteligente y arrollador como escucharla pensar en alto. Algo que también pasa en este ensayo corto que nos ha enviado, que podría ser una adenda a su libro. Os recomiendo seguirla en Twitter e Instagram.

Nos leemos en dos semanas, ahora ya sí, de vuelta al formato habitual de esta newsletter. Espero que hayáis disfrutado tanto como yo este de paréntesis de lujo con envíos de Marta Jiménez Serrano y Xita Rubert.

'Santa locura, que estás en los versos', por Mar García Puig

Me obsesionan las palabras, y entre todas ellas hay una que me define especialmente, "obsesión". Porque ese ha sido el motor de mi vida. Mi madre lo intuía ya cuando yo era pequeña, y tengo grabado en mi mente el "no te obsesiones ahora con esto, ¿eh?" que me soltaba habitualmente. "Esto" eran, primero, juegos infantiles; luego, aficiones adolescentes y, más tarde, se amplió el espectro: amores no correspondidos, cataclismos futuros, enfermedades imaginarias.

Cuando ideaba mi libro, La historia de los vertebrados, que es en sí misma una obsesión hecha papel, me obsesioné en crear un mapa. El mapa de la locura, le llamaba. En él se recogían los grandes lugares de la locura: manicomios infames, divanes célebres, escuelas de psiquiatría que albergan aún vestigios de instrumentos de tortura. Luego había esos lugares que son tan pequeños, en sentido literal y figurado, que no pueden verse a no ser que hagas un zoom infinito: los aseos a los que acudes en plena crisis de ansiedad, ese ascensor en el que das rienda suelta a la claustrofobia aguda, o la habitación en la que no se oye un murmullo y, sin embargo, las voces te gritan.

Quise patear todas las rutas del mapa, y de forma obsesiva, cómo no, creé un calendario para ese tour de la locura que todavía no ofrece ninguna agencia de viajes. Pero vino una pandemia, y a esta hipocondriaca compulsiva la halló con los billetes comprados mentalmente y sin derecho a reembolso. Iba a hacer, pues, el viaje igualmente; una obsesiva siempre encuentra el modo. Y sustituí la visita al primero de mis destinos, el santuario de la patrona de los locos, por un altar que improvisé en mi escritorio. Entre papeles de lecturas de atea recalcitrante y bolis con tapones mordidos, coloqué la estampa de Santa Dymphna, que sufrió y murió por todos los que un día hemos perdido la razón.

Dymphna era una joven doncella irlandesa del siglo VII, hija de un rey pagano y una cristiana devota. Su madre murió cuando Dymphna era solo una niña, y a su padre el dolor le hice enloquecer. Buscó la amada belleza de su difunta esposa por todas partes, pero solo la encontró en su hija, y quiso entonces tomarla en matrimonio incestuoso. Horrorizada, la joven huyó con su fiel sacerdote, cruzó el mar y se instaló en la pequeña aldea belga de Gheel, donde se dedicó a las buenas obras, especialmente hacia aquellos que, como su padre, habían perdido la cordura. Pero el viejo loco la encontró. Preso de la ira, primero cortó la cabeza del escudero sacerdote de Dymphna, para tratar de amedrentarla. Al ver que no lo conseguía y que la joven mantenía su negativa a perpetrar el incesto, el padre empuñó su espada y él mismo la decapitó. Cuentan que mientras exhalaba sus últimos soplos de vida, la Santa le pidió a Dios "clemencia" para su loco padre.

Godfried Maes, The beheading of Saint Dymphna.

Godfried Maes, The beheading of Saint Dymphna.


El cadáver de Dymphna permaneció días en el mismo lugar, hasta que, ya en proceso de descomposición y desprendiendo fuertes hedores, fue trasladado por los paisanos a una cueva. Y entonces, súbitamente, los locos del pueblo recobraron la razón. Ante el milagro, construyeron una iglesia para honrar a la Santa y consagrar sus restos, y esa modesta construcción medieval se convirtió en lugar de peregrinación de enajenados de toda Europa, que dormían en la iglesia y se negaban a marcharse hasta que se produjera la curación.

Los habitantes de Gheel se solidarizaron con esas almas torturadas, y empezaron a cobijarlos en sus casas y darles abrigo y alimento mientras la Santa no actuaba, pues a veces se hacía de rogar. Poco a poco, Gheel se fue convirtiendo en un pueblo en el que convivían locos y cuerdos, e incluso los límites entre ambos, tan estrictos en otros lares, se desdibujaban.

Ya en 1845 el psiquiatra Jacques-Joseph Moureau se admiró al observar esa convivencia magnífica: "Para los ciudadanos de Gheel, ayudar a los dementes significa simplemente vivir con ellos, compartir su trabajo, sus distracciones. Allí los locos no han perdido por completo su dignidad como seres humanos razonables". Hoy pocos esperan ya el milagro de la Santa, pero siguen confiando en que esta convivencia entre racionalidad e irracionalidad sea terapéutica. A principios del siglo XX, el Congreso Internacional de Psiquiatría declaró Gheel un ejemplo de las mejores prácticas en salud mental.

No pude viajar a Gheel y protegerme del sol bajo el campanario de la iglesia de Santa Dymphna. Pero su estampa ejerció otro tipo de cobijo, y me acompañó durante toda la escritura del libro. De alguna forma, pese al negacionismo religioso que me caracteriza, la figura de la Santa me chivaba las historias que han poblado a lo largo de los siglos las calles de Gheel.

'Santa locura, que estás en los versos', un ensayo de Mar García Puig

Un día, con el libro ya finalizado, me dio por buscar de dónde provenía ese nombre que no sabía bien cómo pronunciar. Dymphna se compone del vocablo irlandés "damh", "poeta" y el sufijo "-ait", que se añade a las palabras femeninas, por lo que el nombre de la patrona de los locos significa literalmente "mujer poeta". Entusiasmada, corrí a buscar cuál era la forma más rápida de llegar a ese santuario donde, parece, locura y literatura se dan la mano. De fondo me pareció escuchar de nuevo a mi madre, con voz dulce. pero algo preocupada: "No te obsesiones ahora con esto, ¿eh?".

***

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