Recuerden este nombre: R21/Matrix-M. Es el de la segunda vacuna que acaba de recomendar la Organización Mundial de la Salud (OMS) contra la malaria. Y la noticia es de una importancia crucial: unas 600.000 personas siguen muriendo cada año de esta enfermedad transmitida por mosquitos. De ellas, medio millón son niños. Nuestro compañero Pablo Linde cuenta en este artículo que, hasta ahora, había aprobada una sola vacuna, que se administra en cuatro dosis y que puede reducir en un 75% la enfermedad sintomática. Pero las limitaciones de su proceso de producción hacen que solo unos 4,5 millones de menores, de los 25 millones que nacen en países africanos endémicos de malaria, la puedan recibir. La nueva inmunización, que será más barata y de eficacia similar, estará lista a mediados de 2024 y abre la puerta a que ningún niño africano se quede sin vacuna.
Otra de las inmunizaciones que podrían impactar en la salud mundial y evitar más de un millón y medio de muertes cada año es la de la tuberculosis. Una de las más esperanzadoras es la que investiga en la Universidad de Zaragoza Carlos Martín Montañés. “Si no se trata, un brote de tuberculosis puede eliminar al 50% de la futura población productiva”, advierte en una entrevista con Pablo León este catedrático de microbiología sobre esta enfermedad infecciosa, que históricamente es la que más muertes ha causado hasta que fue superada por la covid-19 en los momentos más agresivos de la pandemia.
Hay un tercer reportaje ilusionante esta semana, sobre el colectivo artístico Shum-Mom Art, en la ciudad marroquí de Tánger, una iniciativa creada por un grupo de subsaharianos que se ha convertido en una pequeña empresa cultural. “Nuestras obras transmiten la visión de los migrantes, porque sufren y nadie les comprende. Queríamos demostrar nuestro talento, y eso nos dio fuerza y seguridad”, explica Jonas Dongmo, líder del colectivo, cuyo objetivo es ofrecer a los inmigrantes una alternativa a subirse en un cayuco.
Mientras en Shum-Mom Art intentan que ninguna persona muera a bordo de una patera, los dueños de cientos de buques, muchos de ellos europeos, tienen objetivos mucho más espurios. Una investigación de Human Rights Watch ha desvelado cómo grandes navieras tratan de evadir leyes internacionales para que sus embarcaciones terminen su vida útil en tres playas del sur Asia para ahorrar costes, pese a que ponen en peligro el medioambiente y la vida de los trabajadores que las desguazan.
Y no te olvides de Sudán. La guerra que estalló a mediados del pasado abril ha convertido a este Estado africano en el país del mundo con más desplazados internos, con un total de siete millones de personas que han tenido que abandonar su hogar, más otro millón que ha buscado refugio en los países vecinos. |