Una de las frases que más me gustan del especial sobre la restitución de objetos africanos es esta: “Cuando la vi en una caja de cristal, mi primer sentimiento fue de rabia. Se trata de algo espiritualmente significativo para una comunidad y estaba encerrado en una jaula”. Es lo que le contó Sylvie Njobati, una activista que trabaja por la devolución de la estatua de la diosa Ngonnso, a nuestro compañero camerunés Nalova Akua. Y sigue: "Me la imaginaba reprochándome: ‘He dormido en los sótanos, me han torturado; me han profanado. ¿Por qué no viniste a buscarme antes?’ Pero también sentí una conexión; tenía la sensación de que ahora se sentía segura. Sabía que iba a volver a casa".
La diosa no ha vuelto aún a Camerún, pero su retorno puede ser inminente. En este y en otros países africanos, la devolución de objetos robados está siendo un proceso largo y lleno preguntas. Así ha sido también el proceso de elaboración de este especial que publicamos hace dos semanas en Planeta Futuro y del que aún no habíamos podido hablaros en la newsletter. Costó meses planificarlo, investigar, coordinar, escribir y editar y nos hace muy felices que este trabajo vea la luz. Para nosotras, lo importante era poder contextualizar esos objetos, entender cuál es su significado en sus países de origen. Por eso era imprescindible escribir desde allí, desde los países expoliados. Porque a menudo, hablamos de la descolonización del arte desde las potencias colonizadoras, desde el punto de vista de los museos europeos, donde se exhiben estos objetos, o peor aún, se amontonan en almacenes. Con esa idea en mente, algunos viajamos (a Costa de Marfil, a Tanzania, a Benín, a Madagascar); otros periodistas ya estaban sobre el terreno (en Camerún, en Senegal, en Egipto). Por ejemplo, mi compañera Alejandra Agudo viajó a Costa de Marfil, para escribir sobre el Djidji Ayokwé, el tambor parlante que los colonos franceses arrebataron a sus legítimos dueños, los bidjan de la etnia atchan. "La relación de este país con los tambores es muy estrecha. De hecho, la primera vez que estuve en el país en 2017 asistí a una ceremonia del pueblo brong en la que el lenguaje de la percusión era protagonista. Eso me ayudó a entender, años después, por qué el Djidji Ayokwé era una pieza tan especial para ellos. Conforme los expertos me contaban su historia - la del genio que vivía dentro, que se alimentaba de sangre y les salvó, mientras pudo, de ser sometidos - , me fascinaba mucho más", recuerda.
"Pero no fue hasta que visité el Museo de las Civilizaciones en Abiyán, donde se va a exponer, cuando sentí su ausencia. Debería estar allí desde hacía mucho, pero no pude verlo, porque el Djidji Ayokwé sigue callado en un depósito de un museo de París. Todas las personas que me habían hablado en cafeterías, autobuses, taxis, de su tambor parlante, nunca lo habían tenido cerca; solo lo conocían por fotografías. Como yo", sigue explicando Alejandra. Os animamos a que leáis este especial, cargado de historia, de magia y de reivindicaciones frustradas durante años. Sin duda, no miraremos a partir de ahora de la misma manera las obras de arte africanas que vemos expuestas en los museos europeos. Esta semana también hemos seguido prestando atención a Gaza, donde, después de cinco meses de guerra, Israel deja que la ayuda humanitaria entre a cuentagotas. La falta de comida, sobre todo en el norte, está ya provocando la muerte de niños por desnutrición y la hambruna, la fase más extrema de la inseguridad alimentaria, es "inminente". Mohammad Hawajri, un enfermero de Médicos Sin Fronteras nos ha contado en primera persona cómo ha sido su vida en estos cinco meses: los desplazamientos, la muerte de un compañero ante sus ojos, las pesadillas de sus hijos y el deseo de seguir atendiendo a pacientes pese a las dificultades. Y también os recomendamos que echéis un vistazo al video de Aisha Subeir, una joven fotógrafa y camarógrafa somalí en un país donde el periodismo sigue siendo un asunto mayoritariamente masculino. Por ahora. Gracias por leernos y hasta la semana que viene |