"Ya no sé en quién puedo confiar". Creo que esta frase de la ruandesa Alice Nyirabageni resume perfectamente el país, 30 años después del genocidio. Se la dijo a nuestro colaborador Joost Bastmeijer en Ngoma, un pueblo del sureste donde se ha descubierto hace poco una fosa común en la que habría enterrados centenares de tutsis asesinados en 1994. Sobre estos cadáveres, una familia que estaba al corriente de todo cultivaba sus frutas y verduras y optó por el silencio. Ese silencio escogido es omnipresente en este país africano. Se siente en las familias, en los grupos de trabajo, en los bares, en las universidades... Estuve en Ruanda el año pasado, haciendo un trabajo sobre salud mental en los jóvenes. Me impresionó el hermetismo y la desconfianza de la mayoría de las personas. No solo conmigo, extranjera y blanca, sino dentro de las propias comunidades. Hijos que preguntan qué hizo realmente su padre para pasar años en la cárcel y no tienen respuesta; jóvenes que no logran saber aún cómo murieron sus tíos o sus abuelos porque nadie en casa habla de ese tema; profesores que aceptan la versión oficial del genocidio sabiendo que no es toda la verdad de lo que ocurrió... Cuando se pone un pie en Ruanda se sienten claramente los esfuerzos del Gobierno, presidido desde 2000 por Paul Kagame, para dejar atrás las divisiones entre hutus y tutsis y presentar, fuera y dentro de país, la imagen de una sociedad unida. Todo esto con una innegable mano dura y acallando a las voces disidentes. Pero basta que aparezca una nueva fosa común para que esa reconciliación, a menudo superficial o ficticia, se haga trizas y las heridas mal curadas vuelvan a instaurar un abismo entre los vecinos de un pueblo como Ngoma. “Todo lo que hemos construido en paz y reconciliación en los últimos 30 años está hecho jirones”, resume Alice Nyirabageni. Os recomiendo de verdad leer este reportaje. Pero además, esta semana hemos publicado otros temas, muy variados, que merecen mucho la pena. Por ejemplo, cómo el estilo de vida europeo está provocando un aumento de enfermedades como la hipertensión y la diabetes en África y poniendo en jaque a los servicios de salud. O el importante aumento de temperaturas en Camerún, debido al cambio climático y al fenómeno el Niño, donde los ciudadanos ya no saben cómo protegerse del calor extremo. Y también el discurso radical de la líder aimara Adriana Guzmán, que critica nuestro feminismo eurocéntrico y paternalista en una entrevista con Alejandra Agudo. Y quiero terminar esta newsletter bailando al ritmo de "Como un bebé", de Mr Eaze, J. Balvin y Bad Bunny. Lo he descubierto gracias a Ana Carbajosa, que entrevistó a Mr Eazi, nombre artístico del rey de la música afrolatina nigeriano Oluwatosin Ajibade. Antes de empezar a mover el esqueleto, leedla. Hasta la semana que viene y gracias por seguirnos. |