“Es un lugar al que va la gente a morir. Es la antesala del infierno, un campo de concentración donde mueren tres o cuatro personas cada día”. Esta frase, del periodista Stanis Bujakera, puede parecer exagerada hasta que se pincha en el vídeo, grabado por él mismo y por otros presos a escondidas en la cárcel de Makala, en Kinshasa (República Democrática del Congo), imágenes que ha conseguido publicar tras salir de prisión. Ahí malviven 15.000 personas amontonadas —sí, ese es el adjetivo, si ven las imágenes—, en una cárcel construida para 1.500, con letrinas inutilizables, sin atención médica. Comen solo una vez al día, y siempre lo mismo, una pasta seca de maíz.
Si esta cárcel representa un microcosmos de pobreza y hambre, al alejar el foco, nos encontramos con que la situación es también desesperanzadora: entre 713 y 757 millones de personas, es decir, 1 de cada 11 personas en el mundo, no tuvieron suficientes alimentos durante el año pasado, más que antes de la pandemia, según refleja el informe anual de la ONU sobre el hambre en el mundo, publicado hoy. “Lo peor que le puede pasar a las más de 700 millones de personas hambrientas en el mundo es que aceptemos el dato como algo normal”, le decía Amador Gómez, director de Investigación e Innovación de Acción Contra el Hambre, a Patricia R. Blanco, la compañera que ha elaborado este reportaje. “No es un problema de disponibilidad de alimentos, sino de acceso a esos alimentos”.
Mejores perspectivas ofrece el último informe de ONUsida, conocido también esta semana, en la que se celebra la 25ª Conferencia Internacional sobre el Sida: 2023 fue el año en el que menos personas contrajeron la infección desde finales de los ochenta (una estimación media de 1,3 millones) y en el que se registró el número más bajo de muertes (630.000) desde el pico de 2004. Sin embargo, el número de personas que contrajeron el VIH aumentó en al menos 28 países. El estigma asociado a gais y mujeres trans, que se traduce en severas leyes homófobas en algunos de esos países, y las severas leyes de control de drogas en otros, están detrás de este retroceso.
El jueves, nuestra compañera Beatriz Lecumberri tuvo la oportunidad de charlar con el fotoperiodista gazatí Said Khatib, que recogió en Madrid el premio Mingote concedido por el diario ABC por una fotografía tomada en noviembre. Padre de cinco hijos, fue evacuado a Doha en abril. "Hay un cierto sentimiento de culpa en los que se marchan", reconoce en la entrevista. "Es como si siguiera viviendo en Gaza, aunque mi cuerpo está en otra parte. Pese a tener alimentos, no consigo comer más de una vez al día desde hace meses. Abro el grifo para lavarme, bebo agua y pienso con dolor en gente muy cercana y muy querida que está allá sufriendo y que no tiene ni agua sucia".
Para acabar, una buena noticia, aunque llegue con meses de retraso. El Gobierno aprobó ayer el Estatuto de las Personas Cooperantes, que sustituye al vigente desde mayo de 2006, que trata de dignificar la profesión, con nuevos derechos, como un seguro que también cubre a familiares.
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