Ayer leía, en una nota de prensa de la ONG Save the Children, el testimonio de Jacques, un epidemiólogo en República Democrática del Congo: “El peor caso [de viruela del mono] que he visto es el de un bebé que se infectó con solo dos semanas porque, debido al hacinamiento en el hospital, él y su madre se vieron obligados a compartir habitación con otra persona que tenía el virus, entonces sin diagnosticar".
Un día después de leer esto, los Centros Africanos para el Control y Prevención de Enfermedades (Africa CDC), la principal autoridad sanitaria del continente, anunciaron una emergencia sanitaria por la expansión del virus. El registro oficial de 15.000 casos y más de 400 muertos es probablemente, según la CDC, "solo la punta del iceberg". Pensé mucho en este bebé al escribir sobre esta enfermedad contagiosa, que, aunque se presenta a menudo como leve, tiene una preocupante variante más letal, sobre todo en el Congo -de hecho, la OMS se reúne hoy para decidir si necesita declarar otra emergencia a nivel mundial por mpox, como hizo en 2022-. Como casi siempre, los más expuestos son los vulnerables, como el pequeño que mencionaba Jacques, dependientes de sistemas públicos de salud colapsados, con poquísimos recursos.
También vulnerables, pero al cambio climático, están uno de cada cinco niños en el mundo (¡466 millones!), que hoy viven muchos días de temperaturas extremas: al menos el doble que hace seis décadas, según un análisis de Unicef. En Sudán del Sur, por ejemplo, tienen una media anual de 165 días de calor extremo, frente a los 110 días de los años sesenta. En Paraguay han pasado de 36 a 71 días.
Leyendo y editando noticias sobre infancia y las muchas crisis a las que está expuesta, me topé con este artículo del año pasado de The Guardian, escrito por una periodista que acababa de ser madre. Se titula En mi trabajo veo tragedias a diario, y pienso: alguien trabajó duro para mantener a esta persona con vida (si no hablas inglés, aquí puedes traducirlo de forma aproximada). Puede que no tengas hijos, pero te invito a leerlo igual. Al fin y al cabo, habla de empatizar con otros humanos. De mirar a un niño y conseguir ver el potencial, la ilusión y la inocencia con la que nacemos en cualquier parte del mundo.
Hasta la semana que viene. |