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Jueves, 7 de julio de 2022

De Boris Johnson al Kurdistán: el coste de la política

Patricia R. Blanco

De Boris Johnson al Kurdistán: el coste de la política

Boris Johnson, el pasado martes. / JUSTIN TALLIS (AFP)

"Todo el asunto es increíble. Mientras escribo estas palabras, Gordon Brown sigue escondido en Downing Street. Es como un colono ilegal en el desierto del Sinaí, atándose al radiador". El texto lo escribió hace 12 años Boris Johnson, un día antes de que el entonces primer ministro laborista dimitiera. Aunque este artículo —el descubrimiento no es mío, sino de Andrea Aguilar, que me ha regalado la apertura de la newsletter de hoy— podría habérselo dedicado a sí mismo el propio Johnson, que ayer continuaba aferrado a su cargo pese a la oleada de dimisiones entre los conservadores, que intentaban forzar así su salida. No ha resistido la presión y este jueves ha anunciado su dimisión.

Y ante una noticia de esta trascendencia, la maquinaria de EL PAÍS se acciona con un engranaje que funciona como un reloj suizo. En tiempo récord nuestro corresponsal en Londres, Rafa de Miguel, publicaba la crónica de la dimisión y el equipo de Última Hora preparaba el directo del día para seguir al detalle la renuncia del primer ministro. Mientras, la sección de Internacional pensaba en cómo explicar y contextualizar el acontecimiento: encontrarán hoy en este diario información sobre el rocambolesco mandato de Johnson, sus escándalos más sonados, los posibles relevos del primer ministro y análisis sobre los políticos populistas caídos con el Brexit o la futura relación entre Reino Unido y la Unión Europea.

Pero hoy no era Reino Unido el asunto principal de esta newsletter, que hasta ayer pretendía comenzar con el peaje que pagará la OTAN por el ingreso de Suecia y Finlandia. Y comenzaba con otro artículo, Traición (otra más), que con ese título bien podía haberlo firmado Boris Johnson. Su autora, Rosa Montero, empezaba así una columna publicada en noviembre de 2019 en EL PAÍS SEMANAL: "La región de Rojava en el norte de Siria es un milagro". La escritora describía esta región autónoma kurda del norte de Siria como "un área liberada, antisexista e igualitaria en Oriente Próximo, un tesoro que la izquierda internacional hubiera debido apoyar mucho más". En ese mismo territorio, no reconocido internacionalmente, las milicias kurdas y "de manera especial las Unidades Femeninas de Protección", frenaron "con fiereza y heroicidad" el avance del Estado Islámico. Hoy, sin embargo, puede convertirse en la moneda de cambio que Occidente debe pagar para que Turquía permita el ingreso en la OTAN de Suecia y Finlandia, según temen la izquierda sueca y la comunidad kurda.

La activista kurda Rukken Yektakaim, durante el discurso que ofreció el martes en el centro de la comunidad kurda en Estocolmo.

La activista kurda Rukken Yektakaim, durante el discurso que ofreció el martes en el centro de la comunidad kurda en Estocolmo. / RICARD GONZÁLEZ

La newsletter de este jueves proponía reflexionar sobre el precio de las decisiones políticas. Y la seguridad nunca sale gratis, porque el coste va mucho más allá del aumento del presupuesto militar —pueden leer aquí las claves de la hoja de ruta pactada en la cumbre de la OTAN de Madrid de la semana pasada—. Mientras Occidente celebraba este martes que los 30 países de la Alianza Atlántica hayan firmado la adhesión de Suecia y Finlandia, un proceso que para que culmine con éxito deben ratificar ahora los Estados miembros, la numerosa comunidad kurda de Suecia —se calcula que sobrepasa las 100.000 personas— comenzó a temblar. La ampliación de la OTAN y el poderoso mensaje que envía a Rusia cuatro meses después de invadir Ucrania implica que los dos países nórdicos gestionarán de forma "ágil y completa" las demandas de extradición por parte de las autoridades turcas de presuntos "terroristas" que residan en sus territorios. La gran incógnita es cómo Estocolmo y Helnsinki satisfarán a un Gobierno que incluye en la definición de terroristas a disidentes pacíficos y periodistas críticos. O qué ocurrirá con los kurdos de Rojava, que hasta ahora habían recibido un fuerte apoyo humanitario y político por parte de Suecia.

Boris Jmelevski, militar y activista por los derechos LGTBI, en Kiev.

Boris Jmelevski, militar y activista por los derechos LGTBI, en Kiev. / LUIS DONCEL

La guerra en Ucrania. Tampoco sale gratis mantener los derechos. Lo sabe bien Boris Jmelevski, un militay gay ucranio a quien nuestro compañero Luis Doncel acaba de entrevistar en Kiev. Este joven de 26 años está dispuesto a pagar con su vida el precio de mantener las libertades LGTBI que poco a poco se van afianzando en Ucrania. "Sé que si vienen los rusos irán a por gente como yo", afirma una semana antes de ser enviado al frente del Este, donde a diario caen en la lucha cientos de soldados.

Más difícil es calcular el coste —al menos en términos bélicos— que ha pagado Rusia por las 4.500 toneladas de trigo presuntamente robadas a Ucrania y transportadas en el buque Zhibek Zholy, que ahora Turquía retiene en uno de sus puertos.

Inmigración irregular. Sí tienen, en cambio, cifras concretas los precios que pagan quienes intentan llegar a Europa en busca de un futuro mejor y más seguro: la mafia de tráfico de migrantes que acaba de desmantelar Europol cobraba entre 2.500 y 3.500 euros por el billete a bordo de un bote hinchable para llegar a Reino Unido a través del canal de La Mancha —aunque algunos también pagan el intento con su vida, como la treintena de personas que murieron en el naufragio del pasado noviembre—.

Justicia en Argentina. Pero aunque todo tiene un precio, algunos días nos asaltan noticias impagables, sobre todo aquellas que representan el triunfo de la justicia y la restitución de la dignidad a las víctimas. Argentina ha mirado a su pasado reciente más tormentoso esta semana y ha saldado con 10 cadenas perpetuas los delitos de lesa humanidad cometidos en Campo de Mayo, el mayor centro clandestino de la última dictadura. El lunes, en otra sentencia histórica, condenó a cadena perpetua a cuatro exmilitares por los conocidos como vuelos de la muerte, al considerar por primera vez probado que el ejército usó aviones para arrojar al agua desde gran altura a personas secuestradas.

Solo los británicos iban a pagar en la newsletter de hoy un precio menor: Boris Johnson estaba dispuesto a rebajarles los impuestos para frenar la crisis de Gobierno. Sin embargo, tal promesa no se materializará, al menos de la mano de Johnson, que también pagará un alto precio por todos sus escándalos.

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