Venir a la vida (y a las fotos) a veranear

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Jueves, 3 de agosto de 2023

Venir a la vida (y a las fotos) a veranear

Noelia Ramírez

Venir a la vida (y a las fotos) a veranear

Mood. Rita Hayworth y Robert Mitchum, durante el rodaje de 'Fuego escondido' en 1957.

Durante mis vacaciones tomé 851 fotos con mi iPhone. De media, fueron 28 fotos por día. Eso es más de una foto por hora. Ya no suelo publicar imágenes personales en redes, así que intuyo que esa ansia por acumular momentos en mi teléfono se debía a dos terrores que me asaltan cada vez que cierro el portátil por un rato más bien largo. El primero, por evidente, es el miedo olvidar ese instante luminoso en el que la vida me parece más vida. El segundo, más subterráneo, tiene mucho que ver con el "afán adquisitivo", el amargo diagnóstico que Susan Sontag estipuló al describir en Sobre la fotografía a los turistas que viven sometidos a éticas laborales implacables: "La utilización de una cámara aplaca la ansiedad que sufren los obsesionados por el trabajo por no trabajar cuando están en vacaciones y presuntamente divirtiéndose", escribió, para nada dejándonos hundidas a las que nos sentimos más seguras fotografiando (y archivándolo todo) mientras el escudo de la respuesta automática del correo siga activo.

Creo que esos dos terrores que me asaltan en vacaciones se retroalimentan. Que sin la ansiedad por no saber disfrutar cuando no estoy trabajando (y que me hace trabajar en cierta manera tomando imágenes de forma compulsiva) no existiría el vértigo a no recordar los momentos en los que sentía que vivía mejor porque no estaba trabajando. El terrorista emocional (ingeniero de Apple) que codificó "Mis recuerdos" en mi teléfono ya sabía esto. También que en un martes incongruente de noviembre no machacará mi autoestima con clips de vídeo y música cutre cargados de memes, capturas a tuits ridículos o fotos a frases de libros que acumulo en el vertedero de contenido digital que, francamente, es mi carrete el resto del año. Mi algoritmo (por ahora) asume que solo los horizontes infinitos, los rostros bronceados y las aguas cristalinas -la vida ahí afuera y no la que edifica nuestro yo sentimental de internet, que también es bella a su manera- son dignos de ser rememorados.

Foto favorita de la artista Tracey Emin, tomada en Margate Beach en julio de 1997.

Foto favorita de la artista Tracey Emin, tomada en Margate Beach en julio de 1997.


Pensaba en la tiranía del privilegio de ser una foto elegida por 'Mis recuerdos' mientras leía la división griega del tiempo (el chronos y el kairós) que me recordaba la siempre aventajada Jenny Odell en Saving Time. Discovering a life beyond the clock (Bodley Head, 2023). Aquí, la artista y docente recuerda que chronos es el reino del tiempo lineal, "una marcha constante y pesada de eventos hacia el futuro" y que kairós, en contrapartida, está relacionado con lo que muchos de nosotros podríamos pensar como los momentos oportunos, o lo que hemos conceptualizado como aprovechar el tiempo. El kairós, al que se quiere acoger Odell al pensar en su futuro porque allí todo es posibilidad y acción y no una letanía de momentos cuantificados, es más tiempo cualitativo que cuantitativo: "En kairós todos los momentos son diferentes y las cosas correctas suceden en el momento correcto", recuerda. Justo como en los montajes de 'Mis recuerdos' del iPhone, pensé, territorio kairós y material susceptible para cortarme las venas en el otoño venidero, mientras observe mi teléfono bajo el doble fluorescente de luz blanca del trabajo.

"De mi padre me dijeron mis tíos: 'tu padre ha venido a la vida a veranear'". Desde que una buena amiga y yo leímos esta frase en la estupenda novela Los astronautas de Laura Ferrero, no hay semana en la que no hayamos reivindicado nuestro derecho a, como el progenitor de la protagonista, venir a eso mismo. No nos parece nada despectivo. Queremos creer, ilusas, que el kairós es nuestro estado natural y no el de ardillas productivas sometidas al chronos. Por eso mi móvil sabrá cómo destrozarme el espíritu cuando, inocente de mí, desbloquee la pantalla un martes incongruente de noviembre.

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