Diez millones. Esta es la cifra de personas que han contraído el dengue en los primeros cinco meses del año. Tres millones y medio más que en todo 2023. La mayoría de casos se encuentran en América Latina, pero los países tropicales del hemisferio norte todavía no han vivido la temporada de mayor circulación del virus, así que la previsión es que el número de nuevas infecciones continúe con su espiral de crecimiento.
¿Por qué les hablo hoy del dengue? Porque es una de las enfermedades que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera como desatendidas, pese a las cifras de contagio. Porque aunque los casos graves son pocos, pueden causar la muerte y obliga a los países que padecen brotes de esta enfermedad a dedicar muchos recurso sanitarios a atenderla. Porque el cambio climático es uno de los responsables de estas cifras, ya que el calor favorece la propagación de los mosquitos Aedes, que transmiten el virus con su picadura. Y porque en África, donde antes no se había padecido apenas esta enfermedad, los brotes están siendo especialmente severos. En Burkina Faso, por ejemplo, desde finales de 2023 han muerto unas 800 personas como consecuencia del dengue. En este artículo pueden encontrar las claves de esta enfermedad que, según los expertos, se ha propagado de forma “silenciosa” y está apareciendo en lugares antes nunca vistos.
Aunque uno de los reportajes que más me han sobrecogido esta semana es el de la tortura escondida que sufren miles de niñas africanas a las que les planchan el pecho para evitar que gusten o provoquen. No es un tema nuevo en Planeta Futuro, pero es importante recordar que este maltrato, una de las cinco formas de agresiones contra las mujeres menos documentadas del mundo según la ONU, sigue ocurriendo. Y no solo causa dolores espantosos —se hace con una plancha caliente— sino que puede dejar secuelas de por vida.
En mitad de las tinieblas, hay también historias inspiradoras. Como las de los grupos informales de voluntarios sudaneses que en mitad de una guerra que ya dura más de un año logran llevar ayuda a lugares asediados. O el ejemplo de Yessica Trinidad, una activista hondureña que, pese a las amenazas y agresiones recibidas, defiende a otras mujeres activistas y documenta todas la violencias que sufren, desde ataques a asesinatos, para que no caigan en el olvido.
Hay otras dos mujeres a las que les recomiendo que sigan la pista, las periodistas salvadoreñas Carolina Amaya, de Mala Yerba, y Gabriela Villaroel, editora jefa de Focos, a las que conocimos este miércoles en la redacción de EL PAÍS en Madrid. Perseguidas en El Salvador por su labor informativa, no han dejado, sin embargo, de contar las violaciones de derechos humanos que se han producido en El Salvador desde que Nayib Bukele proclamó el régimen de excepción y de denunciar otros crímenes como los que se cometen contra el medio ambiente.
Para despedirme, no quiero dejar de contarles que Beatriz Lecumberri, una de las periodistas que hace posible cada día Planeta Futuro, recibió la semana pasada el accésit del VII Premio de Periodismo Feminista María Luz Morales por La resistencia de las periodistas afganas entre la mordaza talibana, un reportaje publicado el 26 de enero de 2023, que examina la situación de las informadoras afganas tras el regreso de los talibanes en 2021.
No dejen de leernos.
¡Hasta la semana que viene! |