"Vienes mal vestida". Uno de mis subrayados de Quiero y no puedo. Una historia de los pijos de España (Blackie Books, 2024) está justo al principio, cuando Raquel Peláez, su autora, narra la primera vez que se dio cuenta de que era un poco pija. La frase se la escupió a su chándal de táctel una niña sin medias y con minifalda de tablas en una gélida clase de tenis de los 80. Raquel creció y se convirtió en periodista y esas tres palabras que son pura epifanía de clase las tuvo atravesadas hasta que, cosas del destino, conoció a Isabel Preysler en su casa. "Me gusta mucho cómo vas vestida", le dijo Preysler, acercándose "con esa voz bajita que ponen las señoras bien" y allí sintió como se cerraba un círculo marciano porque todas las que sentimos que no pertenecemos a los sitios, a veces, ansiamos ese susurro maldito como sello de aprobación.
Además de saber por qué este país está hipnotizado con las apariencias y narrarlo fantásticamente en su ensayo que ya tenéis en librerías, Raquel Peláez es subdirectora de S Moda. Yo ya le seguía la pista desde antes y la leía con atención. Recuerdo que la primera vez que le mandé un mensaje, un privado por Twitter, porque nunca nos habíamos conocido en persona, fue para decirle que me había encantado un texto que había publicado en Vanity Fair en junio de 2018. Unos meses después llegaría a la redacción y ahora nos mandamos stickers, pero eso ya es otra historia.
Lo curioso en esto de las ironías de la clase es que, antes de conocerla y entender que no, yo pensaba que Raquel era pija. Qué cosas. Ya lo recoge ella en su libro: "Uno siempre puede ser el pijo de otro". O de otra.
La revancha de "las pijas", por Raquel Peláez
Cuando Noelia Ramírez me dijo que me daba carta blanca para escribir en su newsletter con motivo del lanzamiento del ensayo que he firmado con Blackie Books, Quiero y no puedo. Una historia de los pijos de España, en primer lugar, me sentí honradísima. Noelia no solo fue S Moder mucho antes que yo y durante mucho más tiempo, sino que además ha sido una de las personas decisivas en la creación de la inconfundible personalidad feminista y transgresora de la cabecera en la que ahora trabajo.
El reto de no era pequeño: primero tenía que estar a la altura de las firmas a las que de vez en cuando invita a su casa, siempre mujeres cuyos puntos de vista se salen de las narrativas dominantes, sino que además debía de ser capaz de explicar a las lectoras por qué he dedicado algunos años de mi vida a explorar un concepto, la pijez, que de entrada puede no resultar del interés de unas lectoras que si están suscritas a esta newsletter es precisamente porque no les hablan de “pijadas”. Estuve bloqueada unos cuantos días hasta que por fin vi la luz la mañana que empezó a circular por las redes sociales la portada de El País Semanal que ha protagonizado Nevenka Fernández, ya saben, esa mujer que se atrevió a denunciar acoso sexual por parte de su jefe con todo en contra y cuando hacerlo era una auténtica temeridad (lo sigue siendo, pero tras el MeToo y gracias a la cuarta ola feminista, algo se ha avanzado).
Recuerdo perfectamente el día que Nevenka soltó la bomba en la rueda de prensa del Hotel Temple. Y lo recuerdo perfectamente porque nací, crecí y empecé a ejercer el periodismo en la ciudad en la que ocurrió todo, Ponferrada. Cuando ella llegó al Ayuntamiento para ser una jovencísima concejala de Hacienda se convirtió en la comidilla de la ciudad no solo por ser una mujer joven y preparada con un cargo importante sino porque, además, qué osada, se atrevía a ir guapísima, perfectamente maquilllada y con vestidos ajustados a los plenos. |